Nacimiento
Rafael Ortega Domínguez nace en la Isla de León el 4 de junio de 1921, en la casa número 33 de la calle del Auditor, esquina con Saturnino Montojo.
Padres: Baldomero Ortega Mata y Antonia Domínguez Borja.
Matrimonio:

La afición taurina familiar
Su padre fue torero de fiestas populares, se encargaba de matar aquellos toros sobreros que no eran lidiados en la plaza y algún que otro Toro del Aguardiente, en ambos casos en San Fernando donde regenta una lechería.
Contaba el propio Rafael:“Yo no vi torear nunca a mi padre porque, encerrando una vez los toros, uno le cogió la jaca, lo desestribó y el estribo le cogió la pierna. En esos días, cuando mi padre estaba curándose y, no sé bien, tenía la pierna escayolada o entablillada, se murió una hermana mía que dicen era muy guapa, el primer fruto de su matrimonio, y al morirse la criatura mi padre se bajó de la cama, quiso andar y entonces la pierna se le quedó mal colocada, un poco torcida, y claro, allí murió la afición suya y desistió de ser torero; pero el caso es que siempre escuché hablar de toros en mi casa. Además, nosotros tuvimos de siempre ganado suizo, vacas de leches, y desde muy pequeño empecé a torear algunos becerros en una placita que otros críos y yo levantamos en la vaquería. ”*
Su tío Rafael, conocido como “Cuco de Cádiz” fue banderillero en las cuadrillas de Juan, Pepe y Manolo Belmonte.
Dos ascendientes taurinos que marcarían su destino.
El servicio militar en Ceuta
Pero sin duda, su destino vendría marcado por el servicio militar. Fue en la Intendencia de Ceuta, por donde pasaban cuantas reses daban de comer a las fuerzas allí establecidas. Rafael, con el gusanillo del toreo germinando, llega a construir con sus propias manos una pequeña placita de toros en el interior del acuartelamiento con el permiso de su Capitán, de apellido Entrala, quien confiaba plenamente en sus posibilidades. Allí mataba, no sin antes intentar lidiar, cuanto ganado desfilaba con el consentimiento del mando. La gran cantidad de reses estoqueadas y descabelladas en esa época determinaría sus conocimientos en cuanto al uso de los aceros.
Su debut en público
En esta ciudad norteafricana se viste por primera vez de luces, junto a otros compañeros de milicias, en el año 1941, anunciándose con el apodo de “el Panocha”. Finalizado el servicio militar obligatorio, y con una buena reputación ganada como novillero, da comienzo su carrera por plazas andaluzas. Son en plazas granadinas casi todos sus compromisos hasta llegar a Madrid.
Se presento como novillero en Barcelona el 17 de agosto de 1947. Le acompañaban en el cartel Paquito Bru y Fernando Lara “Larita”. La mala casta de cinco novillos de Rodríguez Pacheco Hermanos y uno de Sánchez Fabrés Hermanos malograron la tarde.
Debut en Madrid
Para entrar en los carteles de Madrid llevó cartas de presentación del General Varela y de su tío “El Cuco”, pero nadie le atendía. Según contó el propio Rafael, sólo creyó en él “Pedrito el Misterioso”, que era un mandadero de Camará y consiguió que don Livinio Stuyck, gerente de la empresa, le pusiera el 14 de agosto de 1949. Aquel día debutó con Miguel López “Trujillano” y Manuel Santos. Fue todo un éxito, vuelta al ruedo en el primero y oreja en el segundo. Contaba Rafael que “Pedrito el Misterioso” no cabía en sí de contento, se excedió aquella noche sin pensar que estaba bastante delicado de salud y se murió dos días después; “y lo que son las cosas de la vida, mientras enterrábamos al pobre Pedro a mí no hacían sino salirme apoderados”.
Su buena actuación le da a conocer en el mundillo taurino, repitiendo tres tardes más en Madrid. El 21 de agosto, oreja y oreja. Y en la del 22 de septiembre comentó K-Hito: “El toro no daba tiempo al torero para componerse; pero ¿qué necesidad tiene de componerse quien no se descompone? ¡Bravo, rubiales!”. Y en la tercera, el 25 de septiembre, mantiene su posición permitiéndole torear doce novilladas más, en distintas plazas, antes de la alternativa.
Alternativa
Con gran cartel, y a la veterana edad de 28 años, se doctora el 2 de octubre de 1949 de manos de Manolo González, frente al toro Cordobés de Felipe Bartolomé, de pelo negro listón y con Manuel Dos Santos de testigo, quien fue cogido toreando de capa en su primer toro, quedando el festejo en un mano a mano. Aquella misma tarde ya probaría las mieles del triunfo cortando las dos orejas de su último toro y cruzando por primera vez aquella Puerta Grande.
Temporadas de 1950 a 1960
Cinco veces más a lo largo de su carrera saldría en volandas camino a la calle de Alcalá, en el 50, 52, 53, 54 y 67. La siguiente temporada compartiría el éxito en San Isidro con una constante en su profesión, las cornadas.
La cornada de Pamplona en 1950

La temporada de 1952
En 1952, en abril nuevo triunfo en Madrid, y en Sevilla sale por la Puerta del Príncipe el día del Pilar. Este mismo año, su confirmación en “la” México.
La temporada de 1954
La temporada de 1954 actuó en solitario en la corrida a beneficio del Montepío de Toreros en Madrid. Aquel mismo año le corta el rabo a un Miura en la Maestranza sevillana. La ejecución de la suerte de matar a aquel toro, de forma que según salía por el costillar el toro se derrumbaba antes de llegar a la muleta, se encuentra representada en el grupo escultórico que posee en su ciudad natal inaugurado en octubre del 2002.
En 1956 de nuevo prueba el hule con una grave cogida en la capital.
En el 59 su tercera Puerta del Príncipe y su tercer rabo con otra faena para el recuerdo que inmortalizara el crítico Antonio Díaz-Cañabate en una genial crónica que veteranos aficionados aún recuerdan. Cansado un tanto por los percances y desilusionado por la poca repercusión de sus éxitos en los despachos, sus temporadas siempre fueron cortas, anuncia su retirada en el año 60.
Reaparición

Retirada
Sus 47 años de edad, las secuelas de la última cornada que le había atravesado el muslo y las 28 que le antecedieron, le hacen retirarse definitivamente en aquel año del 68. A partir de entonces algún que otro festival hasta el último, en Jerez en el 85, para el que se prepara mental y físicamente, y en el que corta con gran éxito dos orejas y rabo.
Director de la 1ª Escuela Taurina de la Diputación de Cádiz
El Rubio Torero, llamado en sus inicios “el Tesoro de la Isla”, fue director de la primera Escuela Taurina de la Diputación de Cádiz en 1985, la misma que le otorgara la Placa de Plata de la Provincia. Su libro de cabecera El Toreo Puro, con prólogo de Ángel Fernando Mayo, corto, pero intenso, es toda una referencia para profesionales y aficionados que disfrutan con la auténtica verdad de este arte. Todo un torero, sin duda de época, cuyo arte no fue valorado en su momento y que sí lo harán generaciones venideras.
Fallecimiento
Falleció tras larga enfermedad el 18 de diciembre de 1997 en su casa de Cádiz.
Su toreo
Su toreo se inspiraba básicamente en la pureza y la verdad del mismo, es decir en lo clásico. Su físico, poco propicio en su constitución, le imprimía hondura, profundad y cadencia en sus movimientos. El secreto, adelantar el engaño y dejar caer el peso de su cuerpo sobre la pierna contraria, cargando la suerte tanto de capote como de muleta. Fue su don el de la estocada, sencillamente extraordinario al volapié y cuando alguna vez lo hacía recibiendo remataba con un pase de pecho. Ambas ejecutadas generalmente en la suerte natural. A los buenos aficionados jamás les importó que pinchara un toro, así decían poder verle de nuevo interpretar “su” particular suerte de matar. Maestro de maestros, siempre mantuvo el respecto, el aprecio y la admiración tanto de la crítica, de los buenos aficionados y de todos sus propios compañeros de profesión.
El Premio Cervantes 2004, Rafael Sánchez Ferlosio, le escribiría tres artículos en 1980 en el Diario 16 titulados El As de Espadas, sobrenombre por que también fue conocido dentro y fuera de nuestras fronteras, donde llamaba al ángulo que su figura y su estoque formaban a la hora de matar el “inmortal”, y parodiando una frase del Guerra decía:”……con la espada en los últimos 30 años el primero Rafael Ortega después “nadie”, y después de “nadie”, media docena de buenos estoqueadores”. De haber nacido en otra época, donde la suerte de matar era la absoluta protagonista de la fiesta, hubiese sido primera figura indiscutible.
J.ROMÁN
Fuentes
El toreo puro, Rafael Ortega. Diputación Provincial de Valencia, 1986
Gaceta Taurina. Enero 1998